Di vueltas y vueltas y las lagrimas ya tenían voluntades propias, se escurrían dejando mi rostro empapado de todas las emociones, me ardía el pecho y mis piernas parecían ya no responder.... fue horrible y mientras todo esta revolución ocurría dentro de mi, afuera había una sonrisa hipócrita.
La extrañaba mucho... más de lo que normalmente la extrañaba. La quería mucho... más de lo que normalmente la llegue a querer. Estuve muy cerca de ella... mucho más de lo normalmente estaba.
Fue entonces que me levante con los ojos pegados de lágrimas antiguas y un corazòn confundido entre tantos latidos inciertos, desperté de una realidad distorsionada, una realidad menos real. Me salí de la cama y no entendía lo que sucedía... ¿sucedió?
Y le hablé a ella por teléfono, no había sucedido... no había muerto.
Entonces fue cuando comprendí:
fui yo la que murió.