miércoles, 17 de abril de 2013

Cerdos y semen

Entonces ahí acostada lo sentí entrar. Mi mamá estaba dormida a un lado mío, pensé que quizá lo estaba soñando así que me dije a mi misma "ya duérmete, estás cansada, tu cuerpo se está rebelando, no dejes que gane, duérmelo." Cerré más fuerte los ojos y me concentré en el calor de las cobijas y la pesadez de mis piernas. Mi mamá ya estaba soñando, quizá con la situación, quizá soñaba que yo no podía dormir. Pero no, no era mi cuerpo, si estaba ahí. Era gordo, rosado con manchas negras disparejas, lunares y manchas de algún golpe, manchas cerdas, manchas con pelos, manchas como lijas. Era un cerdo gigante con ojos desorbitados. Me veía pero no a la vez, era un juego de adivinanzas "veo, veo" "¿qué ves?"" a ti y tu madre intentar dormir." Silencio. Evadir el miedo para que se vaya, pero no, nunca se fue, regreso y me lamió toda la cara, su olor se impregnó en mi cara, olía a restos de carroña, a sangre. "Mamá, despierta, ayúdame, mamá por favor, me está pisando, pesa mucho, huele a días pasados, despiértame" En verdad que eso lo estaba soñando yo, mi mamá estaba despierta junto a un puerco. Desperté angustiada y tome un taxi saliendo de la fiesta, estaba sola pero tenía que irme, yo estaba tranquila pero mi vestido corto me advertía precaución, porque los puercos citadinos no sólo me iban a lamer y a llenar de carroña, me iban a cortar las piernas para poder acariciarlas durante las noches. En fin, tome el taxi nocturno y sospechoso, nada pasaba, nada sucedía y entramos al bosque oscuro, oscuro. Intenté ver mi mano, no la veía, intenté verme acostada para visualizar mi llegada a casa, me puse la pijama mentalmente y me dormí para llegar más rápido, pero no, eso no sucedió. Se prendió la luna y alcancé a ver que no estábamos solos, el taxista había subido a su amigo el puerco citadino. Pedí que me bajarán, se rieron, les di ternura y hambre. Enseñó el cuchillo, yo enseñé mis dientes. Se abalanzó sobre mi y escupió semen en mi boca. Tibio, pesado, blanco blanco transparente. Me dormí veinte minutos más sólo para convencerme de que el puerco estaba muerto bajo mi cama. Ale, ya despierta. Ale, tienes que ir a trabajar.