La plática de los que venían detrás de mi en el pesero, la radio, el claxón, los gritos del borracho de afuera, mis manos sudadas, el recuerdo del café, el tiempo que avanza y regresa, avanza y se regresa, la hora cero y las luces rojas con blancas. Llegando a mi colonia por la amarilla y caótica esquina, el amigo que soy yo y él, es soy.
El teléfono que no suena y un regreso que deseo aplazar, el miedo y los nervios y el enlistado desordenado e impulsivo de una tarde cualquiera de septiembre, aún sin saber de qué año.