La verdad es que no quiero que me digas que amas, quiero que me ames.
Tenía ganas de ir al parque contigo. Desperté y quería eso, caminar en el parque y compartir un pan y un agua.
No quiero ir a un restaurante, implica muchas cosas; perder el tiempo en elegirlo, elegir una mesa con buena vista, elegir algo del menú en base a los precios (maldita vista hacía la derecha del papel membretado), comer platicando sobre la plática banal de la mesa de a lado, esperar al mesero con nuestro postre compartido y tolerar su cara de decepción cuando ha visto que no tenemos dinero para el 10 % de la propina, no quiero.
Tampoco quiero ir a una plaza, hay mucha gente y sonidos de cajas registradoras, hay niños con cajitas felices y mujeres que no toleran sus zapatos en busca de otros tacones más altos, no quiero sentarme en la banca donde tienes recargarte en la espalda de un desconocido.
Llévame al parque de la esquina y porfavor no me digas que me amas, sólo ámame.
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