Odio llegar a casa y ver todo en el mismo lugar. Cada vez que llego procuro cambiar las cosas pero siempre acaban reacomodándose de cierta manera para hacerme enojar.
Ayer la cama estaba destendida sin que nadie se durmiera allí, hoy habían tres seres desconocidos en mi sala que me molestaron mucho, mucho. Estoy tan enojada que no sé cómo reacomodar mi casa para que no vuelvan a aparecer. Ya lo he intentado, en realidad si, pero siempre aparecen aquí, no sé cómo entran ni por qué. Pero aquí están.
Hablan un lenguaje que no entiendo y se ríen mucho, muchísimo. Estuvieron aquí gran parte de la tarde hasta que, por eso de las 7 de la noche, se marcharon sin hacer ningún ruido. Me sentí tranquila y sola, sola como yo quería estar. Disfruté mi soledad yo sola y yo sola y nadie más.
Estaba en el clímax de mi soledad cuando sonó el timbre. Mi calma se volvió tan sólo un triste retroceso en mi memoria, como un viejo y nostálgico recuerdo en blanco y negro, un recuerdo que se derrumbaba de poco a poco, una desesperación enojada.
Abrí la puerta y aparecieron dos de esos personajes que estaban en mi sala, el otro se ha de haber perdido en el camino. Esta vez si entendí lo que me decían, eran cosas sin importancia en realidad, puras banalidades (o a mi parecer lo era, me habían expulsado de mi calma), olían feo, se veían peor.
Al parecer se van a quedar aquí, para siempre conmigo, con ellos, entre ellos, sólo entre ellos pero conmigo.
Y mientras escribo esto, ellos están haciendo quién sabe qué quién sabe dónde.
lunes, 4 de octubre de 2010
sábado, 18 de septiembre de 2010
El gusanito indiferente
Me da miedo sentir el peso y el calor móvil del otro, del animal.
De sus patitas, es un peso mucho mayor que el mío, yo estoy conciente de su presencia pero él no de la mía, eso es lo que me asusta. Se arrastra despavorido sin rumbo alguno y yo si puedo ver hacía donde se dirige.
Es repulsivo pero mucho más fuerte que yo. En realidad hay veces que me gustaría estar conciente de mi alrededor y poderme zambullir con mis múltiples patitas a la tierra.
Es como si te estuviera observando un ciego, una sensación de lo imposible ocurriendo. Un gusano se arrastra a ti sin saber quién eres, deja caer su cuerpecito húmedo y tibio sobre tu calcetín pensando que allí estará a salvo. Esa sensación del peso sobre tu pie es enorme, él no sabe de ti pero tú si de él.
Se retuerce un rato y se aleja a otro pie y eventualmente, lo pisarán y todo ese mundo tan distinto e instintivo se terminarà. Adiós peso y adiós calorcito que se mueve por mi pie.
Acabaremos extrañando a ese gusanito indiferente.
De sus patitas, es un peso mucho mayor que el mío, yo estoy conciente de su presencia pero él no de la mía, eso es lo que me asusta. Se arrastra despavorido sin rumbo alguno y yo si puedo ver hacía donde se dirige.
Es repulsivo pero mucho más fuerte que yo. En realidad hay veces que me gustaría estar conciente de mi alrededor y poderme zambullir con mis múltiples patitas a la tierra.
Es como si te estuviera observando un ciego, una sensación de lo imposible ocurriendo. Un gusano se arrastra a ti sin saber quién eres, deja caer su cuerpecito húmedo y tibio sobre tu calcetín pensando que allí estará a salvo. Esa sensación del peso sobre tu pie es enorme, él no sabe de ti pero tú si de él.
Se retuerce un rato y se aleja a otro pie y eventualmente, lo pisarán y todo ese mundo tan distinto e instintivo se terminarà. Adiós peso y adiós calorcito que se mueve por mi pie.
Acabaremos extrañando a ese gusanito indiferente.
lunes, 26 de julio de 2010
desdoblando
Y aquí sigo.
Y tú también.
Y ella.
Y ellos.
Y aquellos.
Y nosotros.
Desdoblando todo lo que estaba cuidadosamente doblado, doblado.
..................................................................................
Y tú también.
Y ella.
Y ellos.
Y aquellos.
Y nosotros.
Desdoblando todo lo que estaba cuidadosamente doblado, doblado.
..................................................................................
lunes, 12 de julio de 2010
Las Golondrinas
Amaneció muerto. No supe qué hacer, tenía la posibilidad de revivirlo pero ya no tenía justificación alguna para hacerlo. Mariana llegó muy temprano en la mañana y vio el cadáver, lloró e hizo una llamada telefónica, posiblemente para dar aviso de la muerte de Carlos.
No me quedó de otra más que ver como sucedía todo. Mariana se hizo cargo de todo el funeral. Ella decidió cómo vestirlo, cómo peinarlo e incluso acomodó sus brazos en el ataúd de una manera que jamás habría hecho Carlos en vida. Escogió el color del ataúd, un color espantoso por cierto, y compró las flores menos adecuadas, a Carlos no le gustaban las cosas cursis y en su funeral tuvo rosas blancas amarradas con listones rojos.
Unos violines tocando "Las golondrinas" fue lo que me causó un conflicto interno que me hizo llegar a pensar en dejarlo todo en ese momento; ella ganó.
Carlos era perfecto, la primera vez que pensé en él fue poco tiempo después de la muerte de mi padre, eran muy parecidos. Cuando Carlos apareció en mi vida yo sabía perfectamente todo de él, dónde trabajaba, qué comía, a qué le tenía miedo, qué le daba risa, qué música escuchaba, sus gustos culposos, en fin era casi una copia de mi padre.
Carlos jamás tuvo ningún apodo, no le gustaba ser llamado de otra manera, le gustaba su nombre. Trabajaba en una estación de radio que tenía un programa en el cual se hablaba sobre problemas raciales y se dedicó a apoyar a los grupos discriminados de ciudad de aquél entonces. A su madre la habían matado por ser indígena. Casi siempre mostró una actitud firme y jamás flaqueó cuando era atacado por grupos de tendencias racistas. Lo único que temía era encontrarse con sus propios demonios que a veces le decían que no iba a solucionar nada, que lo tentaban a desistir, el dolor a recordar a su madre.
En las mañanas Carlos tomaba café negro y un bisquet, todo muy apresurado, como toda su vida, muy apresurada. Siempre se ponía la misma ropa, si algo recuerdo bien de él eran sus jeans deslavados y su camisa roja con cuadritos negros, me reía de él por que le decía que parecía leñador, él sólo reía y dejaba asomar sus dientes amarillos.
En una de esas mañanas aceleradas mientras leía el periódico, la vio. Carlos venía pensando en el escrito que le habían encargado para la revista de la comunidad para la cual trabajaba cuando un olor agridulce lo distrajo, Carlos en realidad no tenía tiempo para pensar en mujeres, pero el olor de ésta lo había atrapado, el recordó a su madre.
Era una chica morena con rasgos indígenas, unos pómulos muy marcados, ojos rasgados negros y un cabello larguísimo que combinaba con ellos. Era muy delgada, quizás demasiado, vestía una falda larga y una camiseta que presumía unos hombros bronceados. Estaba parada detrás de Carlos y no lo dejaba concentrarse.
Carlos no resistió y decidió hablarle, cosa que le incomodó. Hacía doce años que no establecía relación con nadie y mucho menos con una mujer tan hermosa. Hablaron sobre el clima y esas pláticas inútiles que se hacen para justificar las ganas de solamente observar a una persona sin que ésta de incomode. Ella se mostró interesada en mi gran amigo Carlos y lo invitó a tomar un café. Platicaron toda la mañana sobre todos los temas que se puedan imaginar, rieron y se contaban secretos, muchos de los cuales me dejaron intrigada ya que nunca supe de qué trataban.
Empezaron a salir y Carlos ya no me buscaba tanto, en realidad me dieron celos, Carlos y yo nos habíamos aliado mucho y me gustaba conocerlo, era un recuerdo muy lindo para mí, ya que era muy parecido a mi padre, como ya dije. Mariana se llamaba esa mujer que me lo había robado, tengo que confesar que fui yo la que lo puso en su camino, finalmente yo los presenté cuando pensé que Carlos estaba muy solo y quizás le haría bien distraerse un poco y enfrentar el miedo que tenía de querer a otra mujer más allá de su madre muerta. Yo puse a Mariana en el camino de Carlos a propósito.
Mi idea era que Carlos y Mariana formaran una pareja y quizás se casaran. Tenían muchas cosas en común, vivían sus vidas como siempre quise vivir la mía, sin restricciones, libre, con ideales fuertes, sin flaquezas, sin miedos al "qué dirán", con amor a la vida por la vida misma. Estaban hechos el uno para el otro y aunque yo quería que así fuera, ellos, por ser tan distintos a mí, tomaron otro rumbo. No fueron novios y mucho menos amantes, se volvieron grandes amigos y Carlos poco a poco se fue alejando de mí.
Hubo un momento en el que decidí ya terminar esa relación de amigos que teníamos en algún momento los tres, ya no era lo mismo, me habían excluído de sus pláticas y sentía que ya no tenían ganas de seguir en mi vida. Pensé que tenían ganas de desaparecer y dejarme de nuevo sola. Me arrepentí de haberlos presentado; en algún momento titubeé y consideré en desaparecer a Mariana de la vida de Carlos, pero no me atreví, me hubiera metido en un gran problema y me hubiera quedado con un Carlos de nuevo solitario y deprimido.
Pasaron algunos meses y Carlos había dejado de hablarme. Yo sabía de él pero él no de mí. Se alejo de una manera que me consternó y que me hizo tomar una decisión. Iba a alejar a Mariana de él, ya no me importaba ser la mala de la historia yo quería a mi amigo de nuevo, a aquél que luchaba por sus ideales, aquél que recordaba a su madre y tomaba fuerzas de esa muerte para luchar en contra de todo lo que le lastimaba. Carlos se había vuelto aún más depresivo y había dejado de hacer muchas cosas por Mariana.
Intenté, en realidad que lo intenté, me pase noches enteras tramando un plan macabro para terminar con esa relación, estaban demasiado involucrados, me era casi imposible terminar aquella relación que se había vuelto algo enfermizo. Ella era fuerte y él débil, así era más díficil. Carlos se veía más ojeroso y más delgado, le mande varias cartas las cuales Mariana rompía antes de que pudieran llegar a él. En una ocasión cuando me enfronte a Mariana, ella me gritó, me alegó que yo le estaba haciendo demasiado daño a Carlos y que por eso decidieron alejarse de mí, que ellos no merecían todo lo que les había hecho. No entendí nada, estaba muy confundida.
Pasaron unos cuantos meses en los cuales no quise saber de ellos hasta reflexionar en lo que había hecho yo para que me dijiera eso Mariana. Di infinitas vueltas en mi cabeza y no estaba segura de qué hablaban. ¿Estaban enojados porque los presenté? Era lo único que se me ocurría, pero si ese hubiera sido el caso, pues entonces no hubieran estado tanto tiempo juntos. No sabía qué pasaba, pero ya había perdido a Carlos, aquél personaje que tanto admiraba y que me daba fuerzas para trabajar. Había desaparecido de mi vida. Ya no tenía caso que yo siguiera así, con la incertidumbre de qué era lo que había sucedido, por qué mi mejor amigo me odiaba. Estaba sola y aburrida.
Dejé el asunto por la paz, era demasiado doloroso para mí. Decidí dejar la pluma a un lado y cerrar mi cuaderno, no podía seguir con esa historia tan desastrosa, mis propios personajes me habían abandonado.
Paso un año para que me recuperara de esa pérdida y me sentía lo suficiente confiada de abrir mi cuaderno de nuevo para finalizar mi historia de amor entre Carlos y Mariana. Lo abrí y noté enseguida unos parráfos que estaban escritos con una pluma de color distinto a la que yo uso, me llamó la atención y lo leí. Vaya sorpresa, era la explicación de Mariana de por qué había sucedido todo.
Carlos me odiaba porque yo le presenté a Mariana, la única mujer que era como su madre, le había traído demasiado dolor a su vida; lo que él quería era olvidarla, no estarla recordando día a día, entonces cuando los presenté pensando que sería una linda historia de amor, se aliaron en contra mía. Estaban hartos de que manejara sus vidas por no cuidar de la mía, les enojó que yo decidiera como debía sentirse, les aturdió mi prisa por casarlos, les molestó mi egoísmo al querer escribir sobre la vida de los demás.
Carlos y Mariana se aliaron en contra mía, él pidió que se le matara porque él sabía lo importante que era para mí; fue su manera de venganza. Mariana lo mató, le dio un tierno beso en la cabeza y le proporcionó unas pastillas para dormir y una botella de vino, cosa que también me molestó porque Carlos era mucho más fuerte que eso, en ese caso hubiera preferido que le diera un balazo, pero lo lograron, hicieron su propia historia y a mí, la autora, me dejaron fuera.
No me quedó de otra más que ver como sucedía todo. Mariana se hizo cargo de todo el funeral. Ella decidió cómo vestirlo, cómo peinarlo e inclusó acomodó sus brazos en el ataúd de una manera que jamás habría hecho Carlos en vida. Escogió el color del ataúd, un color espantoso por cierto, compró las flores menos adecuadas, a Carlos no le gustaban las cosas cursis y en su funeral tuvo rosas blancas amarradas con listones rojos.
Unos violines tocando "Las golondrinas". Ella ganó.
No me quedó de otra más que ver como sucedía todo. Mariana se hizo cargo de todo el funeral. Ella decidió cómo vestirlo, cómo peinarlo e incluso acomodó sus brazos en el ataúd de una manera que jamás habría hecho Carlos en vida. Escogió el color del ataúd, un color espantoso por cierto, y compró las flores menos adecuadas, a Carlos no le gustaban las cosas cursis y en su funeral tuvo rosas blancas amarradas con listones rojos.
Unos violines tocando "Las golondrinas" fue lo que me causó un conflicto interno que me hizo llegar a pensar en dejarlo todo en ese momento; ella ganó.
Carlos era perfecto, la primera vez que pensé en él fue poco tiempo después de la muerte de mi padre, eran muy parecidos. Cuando Carlos apareció en mi vida yo sabía perfectamente todo de él, dónde trabajaba, qué comía, a qué le tenía miedo, qué le daba risa, qué música escuchaba, sus gustos culposos, en fin era casi una copia de mi padre.
Carlos jamás tuvo ningún apodo, no le gustaba ser llamado de otra manera, le gustaba su nombre. Trabajaba en una estación de radio que tenía un programa en el cual se hablaba sobre problemas raciales y se dedicó a apoyar a los grupos discriminados de ciudad de aquél entonces. A su madre la habían matado por ser indígena. Casi siempre mostró una actitud firme y jamás flaqueó cuando era atacado por grupos de tendencias racistas. Lo único que temía era encontrarse con sus propios demonios que a veces le decían que no iba a solucionar nada, que lo tentaban a desistir, el dolor a recordar a su madre.
En las mañanas Carlos tomaba café negro y un bisquet, todo muy apresurado, como toda su vida, muy apresurada. Siempre se ponía la misma ropa, si algo recuerdo bien de él eran sus jeans deslavados y su camisa roja con cuadritos negros, me reía de él por que le decía que parecía leñador, él sólo reía y dejaba asomar sus dientes amarillos.
En una de esas mañanas aceleradas mientras leía el periódico, la vio. Carlos venía pensando en el escrito que le habían encargado para la revista de la comunidad para la cual trabajaba cuando un olor agridulce lo distrajo, Carlos en realidad no tenía tiempo para pensar en mujeres, pero el olor de ésta lo había atrapado, el recordó a su madre.
Era una chica morena con rasgos indígenas, unos pómulos muy marcados, ojos rasgados negros y un cabello larguísimo que combinaba con ellos. Era muy delgada, quizás demasiado, vestía una falda larga y una camiseta que presumía unos hombros bronceados. Estaba parada detrás de Carlos y no lo dejaba concentrarse.
Carlos no resistió y decidió hablarle, cosa que le incomodó. Hacía doce años que no establecía relación con nadie y mucho menos con una mujer tan hermosa. Hablaron sobre el clima y esas pláticas inútiles que se hacen para justificar las ganas de solamente observar a una persona sin que ésta de incomode. Ella se mostró interesada en mi gran amigo Carlos y lo invitó a tomar un café. Platicaron toda la mañana sobre todos los temas que se puedan imaginar, rieron y se contaban secretos, muchos de los cuales me dejaron intrigada ya que nunca supe de qué trataban.
Empezaron a salir y Carlos ya no me buscaba tanto, en realidad me dieron celos, Carlos y yo nos habíamos aliado mucho y me gustaba conocerlo, era un recuerdo muy lindo para mí, ya que era muy parecido a mi padre, como ya dije. Mariana se llamaba esa mujer que me lo había robado, tengo que confesar que fui yo la que lo puso en su camino, finalmente yo los presenté cuando pensé que Carlos estaba muy solo y quizás le haría bien distraerse un poco y enfrentar el miedo que tenía de querer a otra mujer más allá de su madre muerta. Yo puse a Mariana en el camino de Carlos a propósito.
Mi idea era que Carlos y Mariana formaran una pareja y quizás se casaran. Tenían muchas cosas en común, vivían sus vidas como siempre quise vivir la mía, sin restricciones, libre, con ideales fuertes, sin flaquezas, sin miedos al "qué dirán", con amor a la vida por la vida misma. Estaban hechos el uno para el otro y aunque yo quería que así fuera, ellos, por ser tan distintos a mí, tomaron otro rumbo. No fueron novios y mucho menos amantes, se volvieron grandes amigos y Carlos poco a poco se fue alejando de mí.
Hubo un momento en el que decidí ya terminar esa relación de amigos que teníamos en algún momento los tres, ya no era lo mismo, me habían excluído de sus pláticas y sentía que ya no tenían ganas de seguir en mi vida. Pensé que tenían ganas de desaparecer y dejarme de nuevo sola. Me arrepentí de haberlos presentado; en algún momento titubeé y consideré en desaparecer a Mariana de la vida de Carlos, pero no me atreví, me hubiera metido en un gran problema y me hubiera quedado con un Carlos de nuevo solitario y deprimido.
Pasaron algunos meses y Carlos había dejado de hablarme. Yo sabía de él pero él no de mí. Se alejo de una manera que me consternó y que me hizo tomar una decisión. Iba a alejar a Mariana de él, ya no me importaba ser la mala de la historia yo quería a mi amigo de nuevo, a aquél que luchaba por sus ideales, aquél que recordaba a su madre y tomaba fuerzas de esa muerte para luchar en contra de todo lo que le lastimaba. Carlos se había vuelto aún más depresivo y había dejado de hacer muchas cosas por Mariana.
Intenté, en realidad que lo intenté, me pase noches enteras tramando un plan macabro para terminar con esa relación, estaban demasiado involucrados, me era casi imposible terminar aquella relación que se había vuelto algo enfermizo. Ella era fuerte y él débil, así era más díficil. Carlos se veía más ojeroso y más delgado, le mande varias cartas las cuales Mariana rompía antes de que pudieran llegar a él. En una ocasión cuando me enfronte a Mariana, ella me gritó, me alegó que yo le estaba haciendo demasiado daño a Carlos y que por eso decidieron alejarse de mí, que ellos no merecían todo lo que les había hecho. No entendí nada, estaba muy confundida.
Pasaron unos cuantos meses en los cuales no quise saber de ellos hasta reflexionar en lo que había hecho yo para que me dijiera eso Mariana. Di infinitas vueltas en mi cabeza y no estaba segura de qué hablaban. ¿Estaban enojados porque los presenté? Era lo único que se me ocurría, pero si ese hubiera sido el caso, pues entonces no hubieran estado tanto tiempo juntos. No sabía qué pasaba, pero ya había perdido a Carlos, aquél personaje que tanto admiraba y que me daba fuerzas para trabajar. Había desaparecido de mi vida. Ya no tenía caso que yo siguiera así, con la incertidumbre de qué era lo que había sucedido, por qué mi mejor amigo me odiaba. Estaba sola y aburrida.
Dejé el asunto por la paz, era demasiado doloroso para mí. Decidí dejar la pluma a un lado y cerrar mi cuaderno, no podía seguir con esa historia tan desastrosa, mis propios personajes me habían abandonado.
Paso un año para que me recuperara de esa pérdida y me sentía lo suficiente confiada de abrir mi cuaderno de nuevo para finalizar mi historia de amor entre Carlos y Mariana. Lo abrí y noté enseguida unos parráfos que estaban escritos con una pluma de color distinto a la que yo uso, me llamó la atención y lo leí. Vaya sorpresa, era la explicación de Mariana de por qué había sucedido todo.
Carlos me odiaba porque yo le presenté a Mariana, la única mujer que era como su madre, le había traído demasiado dolor a su vida; lo que él quería era olvidarla, no estarla recordando día a día, entonces cuando los presenté pensando que sería una linda historia de amor, se aliaron en contra mía. Estaban hartos de que manejara sus vidas por no cuidar de la mía, les enojó que yo decidiera como debía sentirse, les aturdió mi prisa por casarlos, les molestó mi egoísmo al querer escribir sobre la vida de los demás.
Carlos y Mariana se aliaron en contra mía, él pidió que se le matara porque él sabía lo importante que era para mí; fue su manera de venganza. Mariana lo mató, le dio un tierno beso en la cabeza y le proporcionó unas pastillas para dormir y una botella de vino, cosa que también me molestó porque Carlos era mucho más fuerte que eso, en ese caso hubiera preferido que le diera un balazo, pero lo lograron, hicieron su propia historia y a mí, la autora, me dejaron fuera.
No me quedó de otra más que ver como sucedía todo. Mariana se hizo cargo de todo el funeral. Ella decidió cómo vestirlo, cómo peinarlo e inclusó acomodó sus brazos en el ataúd de una manera que jamás habría hecho Carlos en vida. Escogió el color del ataúd, un color espantoso por cierto, compró las flores menos adecuadas, a Carlos no le gustaban las cosas cursis y en su funeral tuvo rosas blancas amarradas con listones rojos.
Unos violines tocando "Las golondrinas". Ella ganó.
domingo, 27 de junio de 2010
Si supieras...
Cuando tengo la oportunidad de saber de tí, me emociono como niña. En realidad son pocas las veces que te puedo ver porque no dependen de mi.
Hoy te ví y recordé porque me gusta verte. Tienes el alma tranquila, serena y azul. Sonries sin tener razón alguna para hacerlo, te ries con la vida y no de ella, (a pesar de que te complicó las cosas).
Me encanta tu manera de adaptarte a cualquier lugar, eres bienvenido en cualquier espacio y aceptas cualquier tacto humano que se acerca a guiarte.
Me da pena estar escribiendo esto aquí, pero me quedé con ganas de decirte todas estas cosas. De decirte que no estás solo, sé que tu soledad es oscura, pero es mejor a una soledad iluminada, sé que murió aquella mujer, pero tú también eres parte de ella, sé que murió aquél joven, pero sé que tu no has muerto para él.
Me gustaría tener las fuerzas para decirte todo esto sin escucharme cursi o comprometida, de abrazarte fuerte y decirte que te admiro, de simplemente decirte que te quiero.
Si tan solo supieras.....
Hoy te ví y recordé porque me gusta verte. Tienes el alma tranquila, serena y azul. Sonries sin tener razón alguna para hacerlo, te ries con la vida y no de ella, (a pesar de que te complicó las cosas).
Me encanta tu manera de adaptarte a cualquier lugar, eres bienvenido en cualquier espacio y aceptas cualquier tacto humano que se acerca a guiarte.
Me da pena estar escribiendo esto aquí, pero me quedé con ganas de decirte todas estas cosas. De decirte que no estás solo, sé que tu soledad es oscura, pero es mejor a una soledad iluminada, sé que murió aquella mujer, pero tú también eres parte de ella, sé que murió aquél joven, pero sé que tu no has muerto para él.
Me gustaría tener las fuerzas para decirte todo esto sin escucharme cursi o comprometida, de abrazarte fuerte y decirte que te admiro, de simplemente decirte que te quiero.
Si tan solo supieras.....
jueves, 17 de junio de 2010
Mi reloj
Mi reloj se volvió loco...
Hace cuatro minutos eran las 3:24 ahora dice que son las 7:43.
Me está enloqueciendo, me está quitando todos los planes, yo quería leer, hacer tarea, verte, escuchar música, solucionar algunos problemas,fumamrme un cigarro. Ahora no puedo hacer nada por que probablemente en cinco minutos más ya va a ser otro día.
Hace cuatro minutos eran las 3:24 ahora dice que son las 7:43.
Me está enloqueciendo, me está quitando todos los planes, yo quería leer, hacer tarea, verte, escuchar música, solucionar algunos problemas,fumamrme un cigarro. Ahora no puedo hacer nada por que probablemente en cinco minutos más ya va a ser otro día.
lunes, 31 de mayo de 2010
El matemático
Todas las mañanas mientras yo me encuentro completamente adormilada, él está allí, siempre parado en la misma esquina, con esa hojita blanca en la mano, jamás he comprendido que tiene escrito en ella. Siempre bien vestido por lo general trae unos jeans puestos, una sudadera blanca cuando está fresco o una playera negra cuando hace más calor, unos tenis siempre bien limpiecitos y una gorra blanca, esa nunca falla.
Es un chico muy sociable, cuando es muy temprano se encuentra acompañado únicamente de su cuadernillo y su pluma pero conforme va pasando el día le llegan los amigos de uno a uno, por allí de las 5 ó 6 de la tarde está rodeado de muchachos de su edad o quizás más jóvenes. Yo le calculo a él unos 24 ó 26 años, aunque en realidad no estoy muy segura, podría ser más grande.
Se ve tan activo que pareciera que nunca se cansa. A las 7 A.m. empiezan sus gritos “¡llevas una y faltan siete para la octava!”, no tengo la menor idea que quiere decir pero al parecer es una buena noticia, el destinatario siempre se muestra entusiasta a esta ecuación, le sonríe y le da unas cuantas monedas. Escribe en su cuadernillo.
Mientras descansa su garganta para los siguientes gritos le da un sorbo a su agua de limón y la deja junto a sus pertenencias allí junto al árbol que está en la sombra. Esperamos juntos el camión, yo desesperada por que ya es tarde, pero él con una calma que me angustia aún más. Ve al camión venir desde la esquina y se prepara para escribir en su cuadernillo de nuevo, yo preparo mi cambio.
Antes de poderme subir, él siempre se adelanta y vuelve a gritar “¡Llevas dos, allí viene “el tuercas”, así que apúrale!”, y vaya que le hacen caso, el camión se acelera bajo los comandos de este ser que al parecer tiene el control absoluto de los chóferes de la colonia. En realidad me sorprende bastante, no sólo sabe más matemáticas que yo sino que se acuerda de las rutas de cada camión y de cuantas vueltas a dado cada uno. En fin, me subo al pesero y lo veo desvanecerse en la lejanía, pasando la esquina sólo alcanzo a ver como se quita la gorra para limpiarse el sudor de la frente.
2:25 P.m., llego a la esquina de regreso a casa y allí está él. Se ve distinto, algo ido y con la mirada pérdida, su tez morena deja asomar un poco de rubor por el calor (puedo suponer que por el calor), su cabello negro brilla por debajo de la gorra y platica con sus amigos, ya no le pone tanta atención a los camiones. Sus gritos ahora son más distanciados “¡Tepe, llevas seis, te faltan dos!”, ya ni siquiera se acerca a recibir sus monedas.
Probablemente viva cerca de su “paradero” siempre está allí, es sorprendente, llega por allí de las 6:00 de la mañana y se retira cuando pasa el último camión. ¿Se irá el también en uno? ¿Se subirá a decirle cuántas vueltas hizo en el día, cuánto ganó y quién llegó antes a la base?, no lo sé.
Llega a su casa y le dice a su madre “Mamá, llevas una y te faltan dos quesadillas para mi”. Cena, y se acuesta, como tiene dificultades para dormir cuenta camioncitos.
En uno de esos encuentros matutinos donde ambos esperamos a nuestro camión, no aguante más la intriga y decidí acercarme más a él para poder ver lo que escribía en su cuaderno. Lo primero que percibí fueron un montón de numeritos, todos amontonados y tachados con pluma negra. Me cachó que estaba espiando y se alejó de mi, quizás no quiere que vea sus planes para conquistar al mundo del transporte público.
Siempre que lo veo tiene un vaso de agua de limón en la mano que deja ocasionalmente a la hora de gritar para poder escribir y revisar la hora en su reloj. A veces, ya en la tarde, mientras platica con sus amigos trae una bolsita de papas fritas en la mano, su madre no le prepara el “lunch” y come lo que se pueda comprar con las pocas monedas que gana. En ocasiones le dan 5$ ó 10$ si el chofer ha tenido buena racha, a veces no le toca nada, vive al día, pero parece no importarle, siempre carga una gran sonrisa en su rostro y es amable con los pasajeros.
Es un chico alto, fuerte por naturaleza ya que no le da tiempo de ir al gimnasio, sano y con unos pulmones bastante potentes, no creo que fume, no podría gritar de tal manera. Lo que si es que de vez en cuando se echa su “gallito” con los cuates en la tarde. Es válido ya que lleva todo el día parado en el sol organizando la agenda de los chóferes asoleados y perdidos, aparte es el único que trabaja de todos ellos, sus amigos sólo cumplen la función de hacerle compañía, sostenerle el agua y avisarle cuando viene un camión cuando se le va “la onda”.
Él ya me conoce mejor de lo que yo lo conozco a él. Sabe a que hora salgo rumbo a la escuela y a que hora regreso, ya me sonríe en las mañanas. Quizás este contemplando la idea de dejarme ver lo que escribe en su cuaderno, espero que si.
No sólo sabe matemáticas, también es muy bueno en poesía. De eso me percate uno de esos días mientras esperábamos al camión. Todo estaba muy silencioso y se escuchó el rugido de un camión aproximándose, él corrió hacía donde estaban los próximos pasajeros y gritó “¡Miguel Hidalgo Carretera, su lugar la espera, su lugar lo espera!”. Me sorprendió de nuevo, cada día renueva su campo de trabajo, antes sólo eran ecuaciones que sólo él y el chofer podían resolver, ahora son poemas que persuaden al pasajero a tomar una ruta, aunque no los lleve a su destino final.
Es un chico muy sociable, cuando es muy temprano se encuentra acompañado únicamente de su cuadernillo y su pluma pero conforme va pasando el día le llegan los amigos de uno a uno, por allí de las 5 ó 6 de la tarde está rodeado de muchachos de su edad o quizás más jóvenes. Yo le calculo a él unos 24 ó 26 años, aunque en realidad no estoy muy segura, podría ser más grande.
Se ve tan activo que pareciera que nunca se cansa. A las 7 A.m. empiezan sus gritos “¡llevas una y faltan siete para la octava!”, no tengo la menor idea que quiere decir pero al parecer es una buena noticia, el destinatario siempre se muestra entusiasta a esta ecuación, le sonríe y le da unas cuantas monedas. Escribe en su cuadernillo.
Mientras descansa su garganta para los siguientes gritos le da un sorbo a su agua de limón y la deja junto a sus pertenencias allí junto al árbol que está en la sombra. Esperamos juntos el camión, yo desesperada por que ya es tarde, pero él con una calma que me angustia aún más. Ve al camión venir desde la esquina y se prepara para escribir en su cuadernillo de nuevo, yo preparo mi cambio.
Antes de poderme subir, él siempre se adelanta y vuelve a gritar “¡Llevas dos, allí viene “el tuercas”, así que apúrale!”, y vaya que le hacen caso, el camión se acelera bajo los comandos de este ser que al parecer tiene el control absoluto de los chóferes de la colonia. En realidad me sorprende bastante, no sólo sabe más matemáticas que yo sino que se acuerda de las rutas de cada camión y de cuantas vueltas a dado cada uno. En fin, me subo al pesero y lo veo desvanecerse en la lejanía, pasando la esquina sólo alcanzo a ver como se quita la gorra para limpiarse el sudor de la frente.
2:25 P.m., llego a la esquina de regreso a casa y allí está él. Se ve distinto, algo ido y con la mirada pérdida, su tez morena deja asomar un poco de rubor por el calor (puedo suponer que por el calor), su cabello negro brilla por debajo de la gorra y platica con sus amigos, ya no le pone tanta atención a los camiones. Sus gritos ahora son más distanciados “¡Tepe, llevas seis, te faltan dos!”, ya ni siquiera se acerca a recibir sus monedas.
Probablemente viva cerca de su “paradero” siempre está allí, es sorprendente, llega por allí de las 6:00 de la mañana y se retira cuando pasa el último camión. ¿Se irá el también en uno? ¿Se subirá a decirle cuántas vueltas hizo en el día, cuánto ganó y quién llegó antes a la base?, no lo sé.
Llega a su casa y le dice a su madre “Mamá, llevas una y te faltan dos quesadillas para mi”. Cena, y se acuesta, como tiene dificultades para dormir cuenta camioncitos.
En uno de esos encuentros matutinos donde ambos esperamos a nuestro camión, no aguante más la intriga y decidí acercarme más a él para poder ver lo que escribía en su cuaderno. Lo primero que percibí fueron un montón de numeritos, todos amontonados y tachados con pluma negra. Me cachó que estaba espiando y se alejó de mi, quizás no quiere que vea sus planes para conquistar al mundo del transporte público.
Siempre que lo veo tiene un vaso de agua de limón en la mano que deja ocasionalmente a la hora de gritar para poder escribir y revisar la hora en su reloj. A veces, ya en la tarde, mientras platica con sus amigos trae una bolsita de papas fritas en la mano, su madre no le prepara el “lunch” y come lo que se pueda comprar con las pocas monedas que gana. En ocasiones le dan 5$ ó 10$ si el chofer ha tenido buena racha, a veces no le toca nada, vive al día, pero parece no importarle, siempre carga una gran sonrisa en su rostro y es amable con los pasajeros.
Es un chico alto, fuerte por naturaleza ya que no le da tiempo de ir al gimnasio, sano y con unos pulmones bastante potentes, no creo que fume, no podría gritar de tal manera. Lo que si es que de vez en cuando se echa su “gallito” con los cuates en la tarde. Es válido ya que lleva todo el día parado en el sol organizando la agenda de los chóferes asoleados y perdidos, aparte es el único que trabaja de todos ellos, sus amigos sólo cumplen la función de hacerle compañía, sostenerle el agua y avisarle cuando viene un camión cuando se le va “la onda”.
Él ya me conoce mejor de lo que yo lo conozco a él. Sabe a que hora salgo rumbo a la escuela y a que hora regreso, ya me sonríe en las mañanas. Quizás este contemplando la idea de dejarme ver lo que escribe en su cuaderno, espero que si.
No sólo sabe matemáticas, también es muy bueno en poesía. De eso me percate uno de esos días mientras esperábamos al camión. Todo estaba muy silencioso y se escuchó el rugido de un camión aproximándose, él corrió hacía donde estaban los próximos pasajeros y gritó “¡Miguel Hidalgo Carretera, su lugar la espera, su lugar lo espera!”. Me sorprendió de nuevo, cada día renueva su campo de trabajo, antes sólo eran ecuaciones que sólo él y el chofer podían resolver, ahora son poemas que persuaden al pasajero a tomar una ruta, aunque no los lleve a su destino final.
martes, 25 de mayo de 2010
Siempre siempre siempre
"¿por qué no jugamos a ser felices?"
Tú me lo preguntaste... tú lo propusiste...... tú siempre.
Tú me lo preguntaste... tú lo propusiste...... tú siempre.
miércoles, 5 de mayo de 2010
A blues woman
Azul tenúe.
Vodka "on the rocks".
Satín.
Uñas rojas.
Ojos negros azabache.
Olor a perfume caro.
Zapatos de tacón.
Deslizándose con la música del piano y moviendo las caderas con la armonía de la guitarra.
Moridiendo labios ajenos con la mirada
Cayendo al suelo con la sensación sedosa.
Otro vodka.
No hay hora, sólo sudor acumulado.
Delineador corrido.
Un brazo terso rozando una piel desconocida.
Uno y una.
Cosquilleo en la nuca.
Azúl tenúe, borroso.
Saliva que apacigua el calor.
Caricias lejanas.
Caricias cercanas.
Caricias.
Se termina la canción, deseos de más.
Un beso infinito.
Una mirada invitadora.
Se cierra el piano, se guarda la guitarra.
El blues quedó en la noche.
Vodka "on the rocks".
Satín.
Uñas rojas.
Ojos negros azabache.
Olor a perfume caro.
Zapatos de tacón.
Deslizándose con la música del piano y moviendo las caderas con la armonía de la guitarra.
Moridiendo labios ajenos con la mirada
Cayendo al suelo con la sensación sedosa.
Otro vodka.
No hay hora, sólo sudor acumulado.
Delineador corrido.
Un brazo terso rozando una piel desconocida.
Uno y una.
Cosquilleo en la nuca.
Azúl tenúe, borroso.
Saliva que apacigua el calor.
Caricias lejanas.
Caricias cercanas.
Caricias.
Se termina la canción, deseos de más.
Un beso infinito.
Una mirada invitadora.
Se cierra el piano, se guarda la guitarra.
El blues quedó en la noche.
martes, 27 de abril de 2010
Vito Manué
TÚ NO SABE INGLÉ
Con tanto inglé que tú sabía,
Vito Manué,
con tanto inglé, no sabe ahora
decir yé.
La mericana te buca,
y tú le tiene que huí;
tu inglé era de etrai guan,
de etrai guan y guan tu tri.
Vito Manué, tú ni sabe inglé,
tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé.
No te enamore má nunca,
Vito Manué,
si nos abe inglé,
si no sabe inglé.
Nicolás Guillén.
lunes, 19 de abril de 2010
lunes, 12 de abril de 2010
domingo, 14 de marzo de 2010
El tren de regreso...
Acabo de regresar de mi viaje imaginario...
Estuve fuera casi una semana completa
y ahora estoy aqui de nuevo en la jaulas de mi nostalgia.
Estuve fuera casi una semana completa
y ahora estoy aqui de nuevo en la jaulas de mi nostalgia.
domingo, 28 de febrero de 2010
Esto va mucho màs allà......
Soñé que la mataban y que la distancia no me había dejado verla los pasados 8 años, me senti culpable de su muerte, yo no estaba allí y por lo tanto era yo la que ahora sufría esa soledad que finalmente ella me heredó.
Di vueltas y vueltas y las lagrimas ya tenían voluntades propias, se escurrían dejando mi rostro empapado de todas las emociones, me ardía el pecho y mis piernas parecían ya no responder.... fue horrible y mientras todo esta revolución ocurría dentro de mi, afuera había una sonrisa hipócrita.
La extrañaba mucho... más de lo que normalmente la extrañaba. La quería mucho... más de lo que normalmente la llegue a querer. Estuve muy cerca de ella... mucho más de lo normalmente estaba.
Fue entonces que me levante con los ojos pegados de lágrimas antiguas y un corazòn confundido entre tantos latidos inciertos, desperté de una realidad distorsionada, una realidad menos real. Me salí de la cama y no entendía lo que sucedía... ¿sucedió?
Y le hablé a ella por teléfono, no había sucedido... no había muerto.
Entonces fue cuando comprendí:
fui yo la que murió.
martes, 16 de febrero de 2010
lunes, 25 de enero de 2010
¡Váyanse!
Me dormí para dejar de pensar un rato en los problemas y cuando desperté estaban allí acostados junto a mi, intentando asfixiarme con la almohada. Luché y luché cuatro horas, estaba exhausta, el primer round lo ganaron, el segundo ya no los dejaré.
jueves, 21 de enero de 2010
Miedo a lo absurdo.....
Estás pequeño y te encuentras con la cabeza decapitada de una niña después de un accidente automovilístico, tu madre te aleja y no puedes olvidar esa escena por el resto de tu vida.
La muerte te hace tan adulto, tan maduro que la muerte se enreda en tu vida permanentemente. Te rodea y la aprendes a amar, le dejas de tener ese miedo tan absurdo, la empiezas a querer e incluso la besas en las noches antes de dormir.
Te vuelves tan maduro que mueres, llegas al punto máximo del hombre y mueres, te vas con ella, con la que te siguió desde niño, la que te crió, la que te amamantó, la que se presentó cuando eras pequeño, con el amor de tu vida; LA HERMOSA Y MÁS AMADA MUERTE.
La muerte te hace tan adulto, tan maduro que la muerte se enreda en tu vida permanentemente. Te rodea y la aprendes a amar, le dejas de tener ese miedo tan absurdo, la empiezas a querer e incluso la besas en las noches antes de dormir.
Te vuelves tan maduro que mueres, llegas al punto máximo del hombre y mueres, te vas con ella, con la que te siguió desde niño, la que te crió, la que te amamantó, la que se presentó cuando eras pequeño, con el amor de tu vida; LA HERMOSA Y MÁS AMADA MUERTE.
miércoles, 6 de enero de 2010
música para mis oídos......
Me enamoré de una canción, yo no me enamoro de la gente si no de las letras de las canciones donde se dice tu nombre.
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